Nos cuesta mucho a los médicos (y en general a los humanos) reconocer nuestros errores (nos sienta mucho peor que nos los reconozcan).
Hay lecciones que aprendes de R1. Y yo creía haberla aprendido bien, pero evidentemente no fue así.
En la antesala de la unidad neonatal me para una persona:
- Perdona que te aborde así, pero es que soy familiar de fulanito, soy médico de familia, y quería que me informaras...
Y no se me ocurre otra cosa que preguntar-afirmar:
- Qué eres, la abuela....
- No, soy la tía, me contestó amablemente.
Y claro, en ese momento uno no sabe dónde mirar. Y te queda un rato por delante, que siempre será largo, para informar a una persona a la que has llamado vieja. Solo hice algo bien: no intentar remedar mi error. Porque eso es terrible. Decir por ejemplo: "no, si es que la madre me parece superjoven..."
Si el día de mañana acabo en la consulta de esta médico de familia seguro que me receta un "alopeciante" que reafirme mi escasa cabellera.
En fin. Qué bueno es errar para saber qué torpes somos. Y qué suerte que, en esta ocasión, el error médico no tuvo consecuencias nefastas, al menos sobre la salud del pequeño paciente.
1 comentario:
Bueno, Gonzalo, eso no es error médico... eso es error de cálculo ;)
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