martes, marzo 16, 2010

Es más fácil ser bueno que ser justo

Tenía un profesor de filosofía que no sabía imponer su autoridad. Nos pasábamos las clases no haciéndole caso. Aunque reconozco que como yo era un poco pelota y empollón sí le prestaba atención, o al menos más atención que la media.
Una vez dijo eso de que "es más fácil ser bueno que ser justo" y no sé porqué se me quedó grabado.
El otro día llegó a la urgencia pediátrica un chica de 14 años porque le había salido un bulto en el ojo. No llegué a pasarla a la sala de exploración. Vi se trataba de un orzuelo y le dije, amablemente, creo, que no era nada urgente. Que pidiera cita con su médico de cabecera.
Madre e hija se fueron sin rechistar, y han pasado ya unos días y no me ha llegado, que yo sepa, ninguna reclamación.
En general los pediatras nos quejamos de que hay un abuso importante de la urgencia pediátrica (creo que ya lo he comentado en má de una ocasión).
Entiendo que con las urgencias ocurre como con la locura: a veces es difícil marcar dónde está el límite.
Yo básicamente divido las urgencias en tres tipos:
- Las urgencias verdaderas
- No urgencias
- Urgencias dudosas.
O sea, que no creo que tengan que acudir sólo los niños con urgencias verdaderas, sino también aquellos con urgencias dudosas.
Lo que sí creo es que no deben acudir las no urgencias.
Pero claro, surge un problema, y es que si ponemos a varios pediatras varios casos clínicos seguramente no todos estén de acuerdo en clasificarlos según estos tres criterios.
Me dejo de rollos: el caso es que ¿qué pensáis que tendría que haber hecho con esta niña?
Si fuera bueno supongo que la tendría que haber atendido en la sala de exploración, haber hecho una correcta anamnesis, y valorar posteriormente la necesidad de algún tratamiento.
Pero eso: ¿sería justo? ¿Sería justo con la madre que ha tenido que molestarse en pedir cita para su hija, siguiendo la vía correcta, para el orzuelo de su hija? ¿Sería justo que al atenderla la madre pensara que había hecho bien en acudir a la urgencia? ¿Sería justo que se pagaran unos sueldos a profesionales sanitarios por tener que atender una sobrecarga "ficticia", engordada por falsa patología de urgencias?
En general procuro ser comprensivo con el agobio de los padres, pero creo que hay cosas que no se pueden pasar, aunque tal vez me equivoque.
Y para agobio de los padres el del otro día; pero me doy cuenta de que ya me he alargado demasiado, y sé que hay gente que hace con las entradas de los blogs como con los mails "graciosos": si son muy largos dejan de leerlos enseguida. Así que el agobio queda pendiente para la próxima entrada.

lunes, marzo 08, 2010

La inutilidad del sufrimiento

El otro día, cuando salía del portal, vi a una señora sudamericana que estaba esperando en la puerta. Hacía frío, ella hizo ademán de pasar, y yo no se lo impedí. Pero antes de dejarla pasar hice un análisis rápido de su persona. Creo que es uno de los defectos que ha acrecentado mi profesión: me gusta observar, para llegar a un diagnóstico, y así juzgo muchas veces equivocadamente a las personas. De todas formas si quería dejar pasar a esa mujer tenía que asegurarme de que no era una mala persona.
Sé que es imposible adivinar si alguien es una mala persona sólo mirándola, ni siquiera conociéndola, porque son tantos los factores que han podido influir sobre ella...
Era una mujer de unos treinta y cinco años, aunque aparentaba más, morena, de pelo lacio, mirada triste, paso lento, aunque decidido. Sobre su hombro colgaba un bolso pequeño, en el que era difícil que guardara un arma. Y en su mano tenía un libro, que cerró justo antes de que yo saliera, titulado La inutilidad del sufrimiento. Si se trataba de un libro de autoayuda, me pareció un título más bien poco acertado.
Todos tenemos un poco de artistas y un poco de filósofos. Y en mi parte de filósofo el sufrimiento es algo que siempre me ha sobrecogido, y más cuando he tenido que vivirlo de cerca, debido a mi profesión.
Justo hace unos días escuchaba un podcast sobre el sufrimiento de los padres de los niños que están en unidades de cuidados intensivosneonatales. Lo escuché en un intento por tener algún arma terapéutica al poder intentar aliviar, aunque sea muy parcialmente, el dolor de los padres.
En el episodio del podcast hablaba de las tres preguntas inútiles que se hacen los padres en estos casos. Tres preguntas que no hay que pararse a contestar, y que no hay que formularse, o dedicarlas el menor tiempo posible, ya que son preguntas estériles, con respuestas estériles.
Estas preguntas son (el podcast estaba en inglés, y yo haré mi traducción particular):
- Why? (¿Por qué). Cualquiera que esté en este mundo de la medicina sabe que ésta es una pregunta que aparece siempre, más cuando de lo que se informa es de un diagnóstico grave. Y muchas veces este porqué es imposible de conocer. Y cuando se conoce muchas veces no conduce a nada.
- What if...? (¿Qué pasaría si...?)
- If I...(Si hubiera...)
Estas dos preguntas son intentos, siempre frustrados, de volver al pasado para cambiar el destino. Y eso es imposible.
No sé de qué se hablaría en La inutilidad del sufrimiento. Pero a juzgar por el título no se lo recomiendo a nadie. El que sí recomiendo es un libro que me marcó en mi juventud: Una pena en observación. Donde a C. S. Lewis, que escribió mucho sobre el dolor, se le desmoronan todos sus argumentos ante la muerte de su mujer.
Está claro que el dolor tiene una parte de sufrimiento útil, por ejemplo cuando quito la mano del fuego, para no quemarme. También es evidente que en ocasiones nos hace más fuertes (lo que no te mata...) Pero también es evidente el componente psicológico que supone el dolor, atribuyéndole a éste mucho más dolor. No hay nada más que ver cómo un lactante tolera su catarro, mientras que si el mismo catarro nos alcanza a nosotros pasamos el día lamentándonos de lo incómodos que estamos.
Es por eso que pienso que muchas veces los niños sufren menos que los mayores. Y es por eso que a veces trato de convencer a los padres de que no es bueno que sufran más que sus hijos.
A una madre se le cae el mundo encima cuando diagnostican a su hijo de cuatro años de diabetes (y a mí también se me caería, claro) pero es curioso ver cómo el hijo lleva mucho mejor su enfermedad que los padres. Y me parece más positivo para el hijo que sus padres lo traten con la mayor normalidad posible.
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