jueves, octubre 25, 2007

Aceptar la muerte

Hace unos días falleció una niña búlgara tras ser diagnosticada de gastroenetritis. Había oído la noticia, pero hasta hoy no me había detenido a leerla.
Entre los comentarios que hacen los lectores a la noticia me ha llamado especialmente la atención uno que decía: "¿Alguien podría explicarme como puede ser que una atención sanitaria con resultado de muerte puede considerarse una actuación correcta? Yo, sinceramente, creía que para ese resultado solo podía atribuirse el calificativo de CORRECTO a la pena de muerte".
Es cierto que también hay algún comentario sensato, pero la mayoría han alimentado el desánimo que últimamente padezco.
En este mundo que vivimos, que nos ha tocado vivir, no aceptamos el dolor, ni su máxima expresión (y menos en un niño): la muerte.
Recuerdo un día, de guardia en el hospital. Eran las cuatro de la madrugada. Me llama la enfermera: ha llegado el control de los análisis de Fulanito. Había venido por vómitos y estaba en la observación con sueroterapia intravenosa. No había mucho cambio con respecto a los anteriores, pero me gusta levantarme cuando me llaman de guardia para comprobar personalmente las cosas.
Mientras revisaba los análisis se oye al niño, a lo lejos, quejumbroso. Y en unos segundos el grito de la madre: ¡mi hijo, mi hijo! Salimos corriendo y me encontré al niño, de unos tres años, pálido, sin movimientos respiratorios y en bradicardia extrema. Iniciamos inmediatamente las maniobras de reanimación, pero a pesar de nuestros esfuerzos, y ante nuestra sorpresa, no devolvían la vida a ese niño. Su corazón se paraba por momentos y todos los médicos y enfermeras que estuvimos allí, y que os prometo que hicimos todo lo posible, no lo conseguimos. A los treinta minutos sin respuesta, y con dificultad para aceptar el destino, dejamos de reanimar al niño. Había muerto inexplicablemente.
Tras su muerte momentos de silencio, nos mirábamos unos a otros. Una enfermera, más joven, llora. Yo me resisto a aceptar el destino. Y tras unas horas, cuando empiezo a aceptar la realidad, también lloro. Y siempre te queda esa pregunta: ¿podría haber hecho yo algo para que no hubiera muerto? Entonces te das cuenta de que la vida es en ocasiones cruel, y difícil de aceptar. Y a mí me costó aceptar no haber sido capaz de salvar la vida de ese niño. Pero con el tiempo me he dado cuenta de que yo no soy Dios. Y que hay cosas que se escapan a mi conocimiento. Y he llegado más lejos: he aceptado que por mi ignorancia y mi condición de ser humano puedo equivocarme. Y que de mis equivocaciones pueden derivarse resultados trágicos. Pero esto sólo me lleva a procurar tener siempre mis conocimientos al día, y luchar enérgicamente por poner todo de mi parte para que estas cosas no ocurran. Y aquella vez puse todo de mi parte, y ya sabéis el final.
Al mes conocí el resultado de la autopsia: una miocarditis fulminante había acabado con la vida de aquel pequeño. Poco se podía hacer.
Ante la muerte inesperada hay una necesidad urgente de buscar responsables, de atrapar al asesino. Entiendo que son situaciones muy duras y difíciles. Pero también es necesario esforzarse por aceptar algo que entiendo que es inaceptable, como que se te pueda morir un hijo. Y si es imposible de aceptar, al menos, tratar de no buscar siempre desaforablemente culpables, que aunque infinitamente menos, también sufrimos ante situaciones como ésta.

viernes, octubre 19, 2007

Mi hijo tiene tos y mocos, ¿debo llevarlo al pediatra?

Ayer la volví a tener. Si es que llevo una rachita...
Al terminar la consulta me vino un padre a ver. Y ya os advierto que si has visto a un niño con la madre, y luego viene el padre solo, muy probablemente no tiene dudas sobre la dosis del dalsy. Y así fue. Vino como un basilisco a decirme que cómo había yo osado decirle a su niña de 15 años (no muy niña ya, la verdad) que ella debería saber lo que hay que hacer si tiene un catarro. Y en el colmo de la indigación me preguntó que qué clase de médico era yo que ni la había auscultado el pecho. Y en un momento en el que se vio crecido me impetó: además, tú no eres pediatra, eres un médico general (me quedó un poco cursi, pero le aclaré que soy especialista en Pediatría y áreas específicas).
A los que sois médicos os sorprenderá, pero todavía me admira el hecho de que una niña de 15 años vaya al médico porque tiene tos y mocos y le duele un poco la cabeza (ni fiebre, ni dolor de oídos, ni dificultad respiratoria...) Y en un arrebato de educación para la salud le expliqué a la muchacha, de muy buena maneras, en qué consistía un catarro, lo que tenía que hacer, y en qué casos había que ir al médico.
Una vez más erré en el camino. Si la hubiera auscultado de arriba a abajo, solicitado una radiografía de tórax y una analítica, y mandado a casa con un antitusígeno, un mucolítico, y una cefalosporina de tercera generación se habría ido a su casa más contenta que unas castañuelas: ella, y toda su familia.
El otro día comentaban que no faltan pediatras, sino que sobran pacientes que van al pediatra sin motivo.
Cuando muchos alumnos suspenden una determinada asignatura, el profesor debe plantearse si a lo mejor es que algo está haciendo mal. Cuando los niños acuden al médico sin motivo el pediatra debe plantearse si es que algo está haciendo mal. Nunca la gente estuvo tan sana, y nunca la gente fue tanto al médico.
Así que me lo he tomado como un reto: voy a educar a la población. Y voy a empezar hoy, en este blog. Así que voy a osar decir cuándo debe un niño con tos y mocos acudir al pediatra:
- Si tiene fiebre mayor de 39,5 º C y está decaído
- Si la fiebre (mayor de 38 º C) dura más de 72 horas
- Si tiene dolor de oídos y es menor de 2 años
- Si tiene dolor de oídos, es mayor de 2 años, y no se alivia tras 48 horas de estar tomando ibuprofeno
- Si tiene moco verde espeso durante más de 10 días
- Si tiene dificultad respiratoria. Se puede ver en dos cosas: la frecuencia respiratoria (no hay que ser ingeniero para contar las respiraciones de un hijo durante un minuto), que no es normal si es mayor de 60 veces en un minuto en menores de 2 meses, mayor de 50 entre 2 meses y un año, mayor de 40 de 1 a 5 años y mayor de 30 en mayores de 5 años. La otra cosa que nos indica si tiene dificultad respiratoria es que se le oigan "pitos" al respirar o se le marquen las costillas.
- Si la ingesta alimentaria en menores de un año es menor a la mitad de lo que come habitualmente.
Y mientras tanto, ¿qué puedo hacer para aliviarlo?
- Utilizar ibuprofeno (no en menores de 6 meses) o paracetamol en caso de fiebre o dolor
- Lavar la nariz con suero fisiológico en caso de obstrucción nasal
- Elevar la cabecera de la cama si tiene tos nocturna
- En niños pequeños que comen peor dar tomas más frecuentes de menores cantidades
¿Ya está? ¿Así de fácil?
Pues sí.
¿Y no me debe remorder la conciencia si no llevo a mi hijo al médico y está acatarrado?
Pues no, sino todo lo contrario. Debes estar contento y tranquilo. Le has ahorrado a tu hijo la molestia de que el pediatra le meta el palito en la boca, de que se coja una gastroenteritis en la sala de espera, has facilitado que el pediatra pueda dedicar más tiempo a otro niño que tal vez sí lo necesite, y notarás una gran satisfacción, ganarás confianza, te sentirás mejor.
O sea, ¿que no soy peor madre o padre si no llevo los hijos al pediatra cuando no hace falta?
No sólo eso, sino que por lo ya comentado se te puede considerar hasta mejor madre o padre.
O sea, ¿que no hace falta auscultar a una chica de 15 años con tos y mocos?
Ya lo vas cogiendo.
Espero que esto le sirva a alguien. Quizá nadie ha escrito unas directrices tan claras como las que yo he puesto. Ni siquiera sé lo que opinarán otros colegas. Porque uno de los grandes problemas para la educación sanitaria es que ni los médicos nos ponemos de acuerdo en tantas cosas.
Así que agradecería comentarios de padres, madres, médicos, profesores...
Feliz fin de semana a todos, y que no os acatarréis.

miércoles, octubre 17, 2007

Rock-a-billy

Como dice Melian: ya está bien de tirar toallas. Y una buena forma de relajarse es escuchando o tocando música.
Esta vez se trata de algo que grabé creyendo que estaba tocando un blues, pero al publicarlo en un foro con gente experta, del que algún día os hablaré, me aclararon que era un rock-a-billy.
Yo me limito a la interpretación del solo de guitarra que suena durante toda la canción. Realmente no es mi estilo, pero me sirvió para relajarme un poco estos días, que andan las cosas un poco tensas.
Pues espero que os guste...


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