miércoles, noviembre 22, 2006

Lo de siempre: un virus

Ayer, según salía al servicio (sé que alguno se echará las manos a la cabeza y dirá: pero cómo osa ir al servicio habiendo niños para atender), oigo una conversación breve entre madres: ¿Qué te ha dicho el pediatra? Pues lo de siempre: que un virus...
Esta vez había sido mi compañero quien había aventurado el diagnóstico.
Reconozco que es difícil de entender: estudiar libros tan gordos para acabar siempre diciendo que es un virus...
Eso es porque los padres no saben la cantidad de virus que existen. La semana pasada estuve en un curso de actualización en patología respiratoria, donde una de las ponencias hablaba precisamente sobre los virus. Allí se habló de los ya famosos rinovirus, adenovirus, virus respiratorio sincitial, virus parainfluenza, influenza... Pero también se nombraron nuevos virus que se han ido descubriendo como los metapneumovirus y los más recientes bocavirus.
Y con tanto virus, aunque sólo sea por estadística, los pediatras tenemos todas las de acertar cuando decimos la consabida frase: parece un virus, o los más pedantes: parece una infección vírica.
Cuando dices eso, a parte de la cara de incredulidad que siempre ves en el padre, muchos salen diciendo: me ha dicho que no tiene nada. Y no decimos eso, pero al ser el virus tan pequeño supongo que algunos asumen que es como nada.
Muchas veces me pregunto: de lo que yo les cuento ¿qué entenderán? Podría contar mil anécdotas. Hoy me limitaré a escribiros lo que me dijo el otro día una madre, que escribí en el momento, porque no tiene desperdicio (es textual): "lo que me tenía loca es que le olían las cacas..."
Y como no podía ser de otra forma, hoy es Santa Cecilia, patrona de los músicos. Cuentan que fue llevada a junto a un horno caliente para tratar de sofocarle con los gases, y mientras tanto ella cantaba gozosa; así que yo he decidido poner esta canción que espero os guste.


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viernes, noviembre 10, 2006

Huelga

Si antes lo digo antes sucede. Hoy, tras varios meses de inaudito silencio, he recibido (acabo de recibir) otra reclamación.
¿Cuál es el motivo? Lo explicaré del modo más subjetivo posible, ya que habría que oír la versión del padre para poder hacerse una idea más objetiva; pero si el padre quiere que el mundo se entere: que lo escriba en su blog...
Hoy hay huelga en Atención Primaria. Hay varios motivos por los que se ha convocado, pero el que más me mueve a apoyar la huelga es el de la presión asistencial. Pedimos un tiempo digno para poder realizar una asistencia digna (al menos diez minutos por paciente).
He tenido la "suerte" de ser nombrado "servicio mínimo", lo que yo entiendo como atender urgencias. Hoy no tengo ningún paciente citado.
Pues bien, a las 15:00 ya habían venido 2 pacientes "sin cita", yo estaba tranquilamente tomando un café con mis compañeros cuando me comunican que uno de los padres está nervioso porque no atienden a su hijo. Salgo para ver qué pasa. Veo a un niño de 4 años contento, dando botes, moviéndose de un lado para otro: la imagen de la viva salud.
Pregunto al padre:
- ¿Qué le pasa?
- Que me han llamado del colegio porque le duele la tripa.
- Pues si quiere que le vea va a tener que esperar, porque yo no lo considero una urgencia (y entre nosotros: no hacen falta seis años de carrera, un año de oposición al MIR, cuatro años de residencia con cinco o seis guardias al mes, y tres años de experiencia en Atención Primaria, para saber que un niño que está contento, y moviéndose a sus anchas, no presenta una patología urgente; y si me apuran, creo que ni siquiera hace falta ser médico para darse cuenta)
- Pues si a mí me han llamado del colegio es porque es urgente.
- Sí, pero yo soy el pediatra, y soy quien lo valora, y le digo que no es una urgencia.
- Pero que me va a tener aquí ¿hasta las cinco?
- No, yo creo que en menos de media hora le podré ver.
Me he reunido de nuevo con mis compañeros. Tras unos quince minutos vuelvo a mi consulta y veo al padre en el mostrador escribiendo la reclamación.
Supongo que hay que ponerse en el lado del padre: a lo mejor tenía que ir a trabajar por la tarde y no llegaba, a lo mejor en su trabajo nunca ha tenido que hacer huelga. Él está en su derecho de poner una reclamación. Además, la he leído y no se ha cebado (que hay quien echa sapos y culebras).
Luego ya no se ha pasado por la consulta, por lo que no sé si habrá ido a un hospital o habrá pensado "hijo, vámonos, que no vamos a estar esperando aquí una hora por una chorrada como ésta".
En fin, han pasado ya unas horas. He tenido que ver a varios pacientes más, y me ha alegrado ver que todos han entrado disculpándose: que ya saben que estamos de huelga, pero es que mañana es sábado... Y yo, que no soy un ogro, les veo sin ningún problema, y algunos (creo que uno) han venido con motivo justificado, y aun así han pedido disculpas.
Si yo siempre lo he pensado: que hablando se entiende la gente.

martes, noviembre 07, 2006

Temblando

Continúa lloviendo. Es tal vez por eso que hoy me ha dado por cantar algo triste. Es una canción que me gusta mucho. Ya supongo que todos la conocéis. Habla del dolor que produce la infidelidad de la persona amada.
Algunas películas Holywoodienses (o como se diga) muestran la infidelidad como algo tan frecuente y natural que uno puede llegar a creérselo. Yo no me lo creo. Me parece que la fidelidad y el compromiso son algo muy valioso, por lo que hay que luchar, y que merece la pena. Qué se le va a hacer: creo en el amor para toda la vida.


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jueves, noviembre 02, 2006

Ocupan mi plaza

Queda poco tiempo, no sé cuánto, tal vez dos semanas, para que mi plaza sea ocupada por otra pediatra. Digo otra porque la conozco: es buena amiga mía y muy buena pediatra. Y claro, los padres se han enterado de que en breve me voy.
Cuando llegué aquí, hace ya tres años y medio, me miraban con desconfianza. En poco tiempo conseguí batir un récord de reclamaciones. La primera reclamación recuerdo que me afectó, pero poco a poco me fui acostumbrando. De hecho, luego me sorprendía cómo otros podían disgustarse tanto cuando les ponían una reclamación. Yo les consolaba, ya que era el más experimentado del centro.
Ha pasado el tiempo y hace mucho que nadie reclama. Tal vez si alguien lo hiciera ahora me dolería como la primera vez. Y no niego que últimamente me ha dado mucha alegría recibir muchos comentarios agradables de los padres de mis pacientes. El otro día me decían: "te vamos a echar mucho de menos". Eran los padres de un niño por el que no recuerdo haber hecho nada especial. Y el caso es que, después de la mala acogida inicial que tuve, ahora agradezco mucho estas palabras.
Lo que no saben mis pacientes es que yo también les voy a echar de menos. He aprendido mucho de ellos y con ellos.
Guardaré en mi recuerdo especialmente a aquellos (la minoría, gracias a Dios) con enfermedades importantes. Y siempre serán para mí un ejemplo esas madres y esos padres tan preocupados por el cuidado de esos hijos, más necesitados, por más enfermos.
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