lunes, mayo 31, 2010

El palito del pediatra

El otro día salía de guardia (últimamente cualquier día puedo decir esto) y me llevé, sin quererlo (prometo que no lo robé) el "palito" con el que nos ayudamos para ver la orofaringe a los niños.
No había querido empezar a escribir esta entrada hasta hacer una fotografía al susodicho  palito; pero visto que me estaba demorando si al final hago la foto ya la incluiré luego (con lo que tendré que eliminar esta parte del post).
Recuerdo que siendo un tierno estudiante de Medicina, de vez en cuando iba con un compañero (y gran amigo) a hacer "prácticas" con otro gran amigo pediatra (que probablemente influyó en gran medida a que yo me dedicara a esto de la pediatría). Estando en su despacho vimos una caja llena de "palitos". Y acostumbrados como estábamos a la terminología médica, llena de palabros y nomenclatura estrambótica, le preguntamos cuál era el nombre técnico de los "palitos". Fue grande nuestra decepción cuando nos contestó -algo sorprendido, eso sí- que eran "depresores linguales".
Cuando llegué a mi casa para dormir allí estaba, como siempre, mi hijo de tres años, recibiéndome con los brazos abiertos. Entonces caí en que él probablemente nunca había visto un palito, y como queriendo confirmar mis sospechas le pregunté: ¿qué es esto? A lo que respondió con franqueza y sencillez: "no lo sé". Y reconozco que me dio mucha alegría.
Ser pediatra tiene una gran ventaja, y es que he ahorrado mucho tiempo de mi vida al no tener que acudir con tanta frecuencia al pediatra. Recuerdo a una madre que le "eché una bronca" cuando al ver el historial de su hijo de un año, sin ninguna enfermedad de base, vi que había acudido 100 veces al centro de salud. Y aunque gracias a Dios nadie lleva a su hijo al pediatra tal ingente cantidad de veces, si uno se pone a sumar horas perdidas en pedir cita, acudir a la cita, esperar ser visto de esa cita y vuelta a empezar, le saldrían -supongo- una buena cantidad de horas, que yo puedo dedicar a otras cosas, como por ejemplo a escribir un blog.
Y no digo que los pediatras no tengan que ir al pediatra. Como todos sabemos nadie es buen consejero propio. De hecho hace mucho pedí cambio de pediatra porque el mío no me gustaba (es una vieja historia que tal vez algún día contaré). Pero los problemas que han tenido mis hijos han sido banales. Y siempre se han resuelto con un poco de paciencia, sentido común y alguna pizca de ibuprofeno.
Y cuando hecho cuentas mis hijos suman en total unos 5700 días de vida. Y salvo una, que recibió tratamiento con Ampicilina y Gentamicina en el periodo neonatal por una sepsis precoz, no he necesitado utilizar ningún antibiótico hasta la fecha.
Y tampoco me parece eso muy común. Y cuando uno se pregunta por las causas, descubre que uno de los motivos me lo dio el otro día mi hijo de tres años, que no sabía lo que era un palito. Y es que, en general, nunca los exploro. Ni siquiera los llevo al pediatra a que los explore. Y es que está claro que el riesgo de recibir antibiótico es proporcional al número de veces que uno acude al pediatra.

jueves, mayo 27, 2010

Qué bonita es la primavera, ¡achís!

Llegó mayo, y con mayo el mes que se me antoja más primaveral. Es un mes que me encantaba; pero desde hace unos cuantos años es un mes que temo por su poder alergénico.
Y aunque parece un tópico (como ese de "nunca había hecho tanto frío por esta época", o "vaya primavera más rara este año") me parece que nunca había visto con tanto ímpetu acudir tanto niño alérgico a la urgencia. Para unos ya son síntomas conocidos, para otros es su primera crisis de asma. Los hay que vienen con los ojos que parece que el humor vítreo se les escapa por las órbitas.
Con todo lo duro que tienen las guardias (me encuentro actualmente en una maratón de la que espero salir vivo) es reconfotante poder ayudar a esos niños que vienen de madrugada, con dificultad respiratoria, con unos padres que han intentado aguantar, pero ya no han podido más al oír los pitos que resuenan en su caja torácica.
Pero también están los que siguen sorprendiéndome. Los asmáticos conocidos que son traídos por sus padres y que afirman con convicción de haber hecho lo correcto: "no le he dado nada para que lo vieran..."
Me parece un pelín cruel con los peques: como los que vienen por dolor de oído y no les han dado un analgésico (no vaya a ser que se les quite el dolor, supongo). Aunque tal vez es una postura que hemos propiciado con la filosofía de evitar la automedicación. Entonces entraría ahí más bien la educación sanitaria. Y yo, que desde este blog de vez en cuando desprendo ramalazos de educación sanitaria, recomiendo firmemente que si a tu hijo le duele el oído le des un analgésico para aliviarle el dolor (paracetamol o ibuprofeno en mayores de 6 meses) y que si es asmático y tiene dificultad respiratoria le administres un broncodilatador (salbutamol). Porque igual que los padres no tienen miedo a dar paractamol o ibuprofeno cuando su hijo tiene fiebre (e incluso la norma es que se excedan en su frecuencia y administración) ¿por qué no aliviar síntomas que a veces son igual o incluso más molestos que la fiebre?

miércoles, mayo 12, 2010

Política

Hoy cuando iba en coche, no sé porqué, la emisora de radio se ha "enganchado en "AM". Yo soy más bien de los que escuchan música o escucha podcast (alguna vez hablaré de mi adicción a los podcast), pero desde hace mucho tiempo (si es que acaso lo tuve alguna vez) presto poco interés por las tertulias y debates políticos.
De hecho, de vez en cuando veo de refilón la televisión que está en el cuarto de enfermeras de neonatos, y escucho sin quererlo alguna entrevista a estos personajes del mundo de la política, y me produce cierto ardor de estómago. Son siempre las mismas palabras, los mismos argumentos. Y yo es que no tengo ni idea de política, pero sí que sé captar lo que hay detrás de las personas. Y detrás de muchos políticos hay "un creerse importante que tirapatrás".
Pues no sé porqué me he enganchado con los discursillos. Y reconozco que he soltado una buena carcajada en dos o tres ocasiones. Y es que me hacía gracia Zapatero intentando convencerme que lo que decía ahora era muy importante y que había que creerle.
Porque una de las ventajas de no seguir los acontecimientos políticos con mucha fruición es que las últimas veces que vi al "presi" en la tele era diciendo que no había crisis. Y hoy, en su discurso, no hacía más que repetir lo de la crisis por activa y por pasiva. Y claro, yo no puedo evitarlo, y me río.
Pero con los políticos me pasa con lo de los pacientes que se enfadan: que cada vez me sulfuro menos. Reconozco que a veces me da un ramalazo de cabreo cuando oigo a la ministra de igualdad (así, sin mayúsculas, porque no se merece más), pero luego pienso: "pobrecita".
Y supongo que en alguna parte del mundo hay políticos buenos, que quieren nuestro bien, y que desempeñan su trabajo con honradez; pero al menos a mí, y ahora, no es lo que me llega.
Y con mi visión privilegiada por ausencia de seguimiento político, he visto cómo los seguidores de un partido político son peores que los hinchas más acérrimos de un equipo de fútbol. Defienden lo que diga su partido político sólo por el hecho de que sea éste quien lo diga.
Y me río yo de lo de la izquierda y la derecha (cuyos orígenes nunca he llegado yo a saber. Bueno acabo de llegar a saber, porque wikipedia lo tiene todo). Si los de la izquierda siempre han sido los que han favorecido a los más débiles, que me expliquen qué estan haciendo ahora con los seres humanos (o seres vivos, según ministra) que se matan dentro de los úteros maternos. Que la derecha fomente esa eugenesia todavía lo entiendo, pero la izquierda...

domingo, mayo 09, 2010

Los catarros

Hay una enfermedad, que es la infección respiratoria de vías altas, o catarro común, que la pobre no tiene ningún glamour. Seguro que envidia a la escarlatina, que deja estupefactos a los padres. El catarro es tontorrón. Y le damos tan poca importancia los pediatras que así lo transmitimos a los padres. Por eso es muy frecuente que cuando diagnosticas a un niño de catarro, los padres contesten algo así como: "pues de algún sitio le vendrá la fiebre". O si a la salida se encuentran con la vecina le dicen: "nos ha dicho que no tiene nada".
Y son futiles mil explicaciones sobre los virus. Porque el catarro tiene que asumir su condición de enfermedad tontorrona, fastidiosa, y sin glamour.

domingo, mayo 02, 2010

Lo que hay que oír

Como se trata de contar las historias desde el otro lado diré que hace unas horas, en este servicio de urgencias en el que me encuetro, he oído contra una de mis compañeros unas dulces palbras amenazantes de una madre nerviosa que decían algo así: "yo no soy médico, soy administrativo, y como le pase algo a mi hija le voy a arrancar los pelos del culo". Y me vais a perdonar que me ría mientras lo escribo, porque la cosa es seria; pero es que la gente no deja de sorprenderme.
Como hace tiempo nos dieron en el centro de salud (tiempos ya casi olvidados) un "minicurso" sobre agresiones, me he levantado para dirigirme al box y que hubiera una segunda persona allí presente. Y como justo ayer escuché un podcast (en www.businessenglishpod.com) que explicaba como responder a un cliente enfadado, me he acercado y le he dicho a la madre, con un tono suave: "tranquilícese, nosotros estamos aquí para ayudarle, ¿quiere que ayudemos a su hijo?" A lo que ha respondido, sin dudarlo y un poco enfurruñada: "no, no quiero que ayuden a mi hijo". Ante esto, como comprenderéis, uno se queda sin argumentos.
Le he dicho a la madre que se fuera un rato a la sala de espera, a tranquilizarse, y así lo ha hecho.
La historia de siempre: esta vez exigía que se le hiciera una ecografía abdominal.
Supongo que deben ser demasiados los casos en que los padres han oído eso de que si no le llegan a hacer unos análisis se muere el crío. Y supongo que habrá pasado. Pero no os podéis ni hacer una idea de las veces que acertamos. Porque, quieras o no, ver 2127 pacientes de urgencias en un año (es el número de niños que vi en urgencias durante el 2009) te hacen adquirir experiencia. Aunque diré que para mí hay una premisa muy importante: "a los padres hay que hacerlos mucho caso". Y nunca hay que confiarse.
Pero cada vez me sulfuro menos. Sé que hay miles de padres que saben hacerse cargo de la enfermedad de sus hijos, o que salen de la consulta agradecidos. Y, al menos hoy, pienso quedarme con ellos.
Sin casi darme cuenta hemos pasado de día, así que felicidades a todas las mamás (incluida la de la boquita de piñón) porque hoy es su día.
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