miércoles, octubre 28, 2009

Hablar con los hijos

Pocas cosas aprende uno en la vida, porque parece que no hay tiempo para aprenderlas. Y andamos siempre de aquí para allá, corriendo hacia ningún lugar.
Y en un afán de ser buenos padres (porque todos tenemos ese deseo, lo hagamos luego bien o mal) nos gusta hablar con nuestros hijos, y nos gusta preguntarles qué tal les ha ido el cole, si se lo han comido todo (yo esta pregunta me la ahorro, ya que algún día hablaré del niño que "no come"), si han jugado con tal amigo... Y a veces les avasallamos con preguntas. Pero hace un tiempo me he dado cuenta de que los hijos no son tan felices contándonos sus aventuras como escuchando las nuestras. Y a raíz de contar cosas de mi trabajo no es raro que sea yo el avasallado por mis hijos:
- ¿Qué has hecho hoy en el trabajo, papi?
- Pues hoy vino una niña pequeña, muy enferma, que no dejaba de convulsionar.
- ¿Y qué es convulsionar?
- Pues que todo el rato hacía movimientos de los pies y los brazos, así...
- ¿Y qué habéis hecho, papi?
- Pues le hemos dado medicinas, pero no había forma de que se le quitara.
- Pues entonces teníais que darle trescientos jarabes...
Y sin más hemos seguido hablando de otras cosas.

3 comentarios:

Julie dijo...

Acabo de descubrir tu blog y me sentí muy identificada con ésta y con tu entrada anterior.

Me he encontrado en la situación de creer que estaba yo charlando con mis niñas y era todo a la inversa. En mi caso, soy ama de casa, asi que mis días son más bien rutinarios, pero mi niña mayor encuentra fascinante escucharme hablar de tooodo lo que hice mientras ella estuvo en su jardín. Es increible el poder de fascinación que tienen los peques, no?

Ni hablemos de la fantástica forma de resolver inconvenientes. "Trescientos jarabes", la solución más lógica, desde ya!

Esa cuota de inocencia y de compañerismo que nos brindan se torna adictiva.

Te sigo, te seguiré leyendo.
¡Un abrazo desde Buenos Aires, Argentina!

Elisa A.R. dijo...

Cuando empecé a buscar soluciones complejas a los problemas fue cuando me di cuenta de que me estaba haciendo mayor... A mi, de niña, la vida también me parecía mucho más fácil y lógica.
Un abrazo, Gonzalo.

Natho47 dijo...

Me encanta contarles el sábado en la mañana cuando llego de turno,los casos más impactantes a mis hijos,ellos preguntan y preguntan.

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