Al fin me había llegado el turno. Es uno de los artistas que más me gustan y nunca le había visto actuar en directo. Pero por fin, ayer, a las diez de la noche, allí me encontraba: en la Plaza de Toros de Las Ventas, junto a mi mujer, esperando que saliera Alejandro Sanz al escenario.
A mi alrededor muchos treintañeros (más -as, que -os) contenían la emoción para aparentar un poco de dignidad, que exige el guión de la treintena.
Y por fin salió allí, con su guitarra colgada a modo de bandolera. Fue una actuación impecable, se entregó, aunque sintió poco. Y no me extraña: no es posible emocionarse concierto tras concierto. Fingió, pero fingió bien; y por eso me encantó. Uno de los momentos estelares lo produjo Niña Pastori, que derrochó arte, emoción y ternura, acompañada por un cálido piano y una tenue luz, se esmeró sin querer sobresalir, deslumbró sin cegarnos: ni un gesto exagerado, ni una postura fingida. En ese momento la noche se hizo arte: cuando nadie me ve...
Después Alejandro tocó el piano para nosotros, y junto a él cantamos Lo Ves, con breves silencios en los que dejaba que nuestro corazón hablara. El mío daba gracias por estar allí, acompañado de mi mujer, a la que tanto quiero, mirando el cielo de Madrid, un cielo que hace mucho dejó de ser un charquito de estrellas...
2 comentarios:
Has conseguido que se me pusiera la piel de gallina leyendo este post. No soy muy fan de Alejandro Sanz, pero me has recordado la canción que hablaba del charquito de estrellas...
Muy emotiva la reseña. Espero poder disfrutar lo mismo el próximo 27 de septiembre cuando venga a Murcia. He encontrado la información en esta web www.murciaturistica.es/agendacultural que recoge toda la información sobre los actos culturales de la región.
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