jueves, abril 07, 2011

Análisis a la carta

Hace ya un tiempo acudí a unas ponencias para pediatras de atención primaria. Una de ellas era sobre la fiebre sin foco. Recuerdo que la ponente comenzaba expresando fríamente que ella hacía más análisis que nosotros sencillamente porque en el hospital los tenía más accesibles.
En aquel entonces me pareció una pequeña barbaridad. ¿No habría que atenerse a los protocolos independientemente de dónde uno se encuentre?
Pues bien. Tras tres años en hospital puedo asegurar que yo hago más análisis que antes, sencillamente porque los tengo más accesibles.
Y reconozco que no debiera ser así. Pero para eso estoy, para reconocer lo que no va.
¿Y por qué pido análisis si no están indicados? Fundamentalmente por dos razones: la primera porque hay casos que están en la frontera entre el "no indicado" y el "sí indicado" y finalmente es más fácil que me decida por el análisis. La segunda razón es porque me lo piden los padres.
Desde hace ya un tiempo (no tanto) he llegado a la conclusión de que yo estoy para ayudar a los demás. El único sentido de mi profesión es servir. Y tengo un lema: "discusión cero".
Os contaré dos anécdotas:

Anécdota 1.
Me pasan la guardia: hay un niño con fiebre y mocos (vamos, lo que viene siendo un catarro) al que mi compañero (que también creo que es "de no discutir") le ha pedido unos análisis y una radiografía de tórax ante la insistencia de los progenitores.
Es mi turno. Veo los resultados. Explico a los padres que son normales y que el tratamiento consiste en lavados nasales con suero fisiológico y antitérmicos para el malestar. Los padres se ponen como un basilisco diciendo que entonces de algún lugar le tiene que venir la fiebre y que si no sabemos lo que tiene su hijo que se van a otro hospital. No lo dudo un segundo: "no hay problema, pueden irse a otro hospital". La enfermera les quita la vía, y se van de alta con "discusión cero" (dos no pelean si uno no quiere).

Anécdota 2.
Madre de brazos cruzados que entra desde el principio en actitud agresiva al box maldiciendo los múltiples procesos infecciosos de su hijo y el poco caso que le hacemos los médicos, y que el otro día "ni siquiera una analítica". Comenta que al día siguiente tiene cita con su pediatra.
Reviso su historial: bastantes visitas a urgencias, en alguna de ellas con analíticas.
Y a mí el crío se me antojó demasiado sano para tanta patología "urgente".
Prometo que en otra ocasión no lo habría dudado: analítica al canto, aquí paz, y después gloria; pero reconozco que me enterneció el ver que ya el crío había pasado por varios pinchazos sin que viera yo alteraciones importantes. Y al ser la primera vez que yo veía a ese paciente desconozco si estoy ante una madre hipocondríaca. Así que pienso: si quiere una analítica que mañana se la pida su pediatra.
Tras explorar minuciosamente al niño le digo lo de siempre: "un virus..." La madre se va bufando, pero sin discutir (dos no discuten...) Reclamación al canto.

Corolario.
Sé que al leer esto hay quien piensa: "pues si no llega a ser porque en tal ocasión le dije al pediatra que le hiciera una analítica..."
Y eso es cierto. Pero lo que no saben es la otra parte de la historia: "si yo les contara la cantidad de veces que he hecho una analítica a petición de los padres con resultados negativos..."

2 comentarios:

Juan dijo...

Pues yo estoy en primaria y seguro que pido más pruebas de las que debería.
Llevo 10 meses en mi cupo y desde el principio me llamó la atención que algunos padres consultan para pedir analítica "porque nunca se le ha hecho ninguna" o "para ver cómo está el niño", o porque "cuando estaba aquí el pediatra XXXX le hacíamos una todos los años" (ni que fuera coche para tener que pasar la ITV, ¿es que no son suficientes las excesivas revisiones del niño sano?).

Generalmente me niego intentando razonar el por qué. Pero, como tampoco soy de discutir, a veces se la pido.
Lo mismo me pasó con los antitusivos: al principio no daba ni uno, pero como no soy de discutir, ahora se van con su recetita de flutox o romilar, no vaya a ser que la tos "se le baje al pecho".

Gonzalo dijo...

¡Cómo te entiendo...!

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