Os comentaba hace dos semanas que os quería hablar de mis vacaciones (sí, sé que parezco uno de esos pobres que necesita ser escuchado, lo bueno es que aquí si no quieres leer apaga y vámonos). El caso es que, aunque ya lo había practicado alguna vez con mi hermano, este verano me he animado a hacer geocaching por primera vez llevando la iniciativa.
Al que le molesten los anglicismos que aguante un poquillo, seguro que le terminará gustando, es que no sé cuál es el equivalente en castellano.
¿Y qué es el geocaching?
Cuando hablaba a mis compañeros de la búsqueda de tesoros por el mundo se reían de mí, así que decidí escribir en google: "búsqueda de tesoros por el mundo". ¿Os imagináis que hubiera una página donde, entre otros, pudiéramos encontrar el tesoro de Alí Babá? Pero el primer resultado ya habla de "Geocaching". Así que a partir de ahora, en vez de hablar a mis colegas de tesoros les hablo de geocaching.
De nuevo: ¿Y qué es el geocaching? Como no soy ningún experto lo explicaré tal y como yo lo entiendo. Consiste en que hay gente muy friqui que se dedica a esconder cosas por todo el planeta, y tú puedes encontrarlas.
En la página web de Geocaching se explica todo con más detalle. Básicamente hay que registrarse para utilizar el buscador y obtener las coordenadas exactas de latitud y longitud donde se encuentra el tesoro.
¿Y hay muchos tesoros? Está repleto.
¿Y en qué consiste el tesoro? El tesoro (o caché, como me estoy acostumbrando a llamarlo en este argot friqui) suele ser un recipiente de pequeño tamaño (tipo tupperware) donde hay pequeños objetos (del tipo de los regalos de los huevos Kinder) y una hoja de registro para apuntar que has encontrado el tesoro. Cuando lo encuentras lo que debes hacer es cambiar un objeto por otro del mismo valor o mayor, y apuntarte en el librito; pero os aseguro que la mayor satisfacción es el hecho de encontrar ese tesoro.
Así que este verano, me armé de valor, y con unos amigos y nuestros peques, nos fuimos a la Dehesa de Navalvillar, en Colmenar Viejo, a encontrar el tesoro, que según una pista que desciframos, estaba colocado bajo un tablao flamenco.
Para poder encontrarlo es muy útil tener un GPS. Ahora, con los smartphones (a este paso el siguiente post será entero en inglés) eso está chupado.
En la próxima entrada os hablaré de mi reciente proceso de modernización. Pero de momento solo os diré que existen dos programas para Android geniales para hacer geocaching, donde puedes hasta marcar la ruta que has hecho y luego verla en Google Earth:
Os recomiendo vivamente hacer geocaching, sobre todo a los que tenéis hijos pequeños, porque es una forma divertida de ir a la montaña.
Con la edad aprecias más las bellezas naturales. Yo llegué a odiar el monte por culpa de pintar el GR-10 en mi infancia (no todo, claro).
Aquí os dejo la imagen de nuestra ruta:
Recorrido: 4,04 km. Duración: 1h39'48''. Altitud máxima: 1065 m. Velocidad media: 2,43 km/h. Velocidad máxima: 8,8 km/h (como podéis ver velocidad de vértigo...)
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