Ya se ha ido el Papa. Su visita no ha dejado indiferente a casi nadie. Es capaz de producir una admiración tremenda, al mismo tiempo que consigue repugnar a otros.
El primer día que empecé a ver peregrinos se me ponía el pelo de punta (no es metafórico). Me trasladé inmediatamente al año 1991, cuando estuve en Czestochowa, siendo entonces un joven peregrino.
Los recuerdos de aquellos días son inexplicables. La generosidad de los polacos me marcó el alma. Como "banda sonora" suena en mi cabeza el "Abba ojciec", cuya melodía no he olvidado. Si tuviera que resumir qué aprendí en aquella jornada mundial de la juventud diría que salí de allí con ganas de entregarme: a Dios y a los demás, ser generoso, no quejarme, hacer bien mi trabajo... En fin, un largo etcétera de buenos deseos que trato todavía de poner en práctica. Podría hasta decir que si a veces atiendo bien a mis pacientes (espero que no sea solo a veces, pero habría que preguntarles a ellos) en parte se lo debo a Juan Pablo II, igual que se lo debo a mis padres, y a tanta gente buena que me he cruzado en mi camino.
Estos días he aprendido también muchas cosas (a pesar de que debido a mi "no juventud" no he participado igualmente). A raíz de la visita del Papa el tema ha salido con frecuencia con amigos y compañeros de trabajo. Y entonces salen a colación muchos interrogantes: el problema del dolor, la existencia de Dios, la verdad, el relativismo, la moral, el origen del hombre, la familia... Y son temas apasionantes, que hacen que el que pasara por allí se quedara escuchando, porque se entrecruzan conversaciones que hablan sobre lo que de verdad importa.
También he aprendido que las creencias de uno modifican, en muchos casos, la interpretación de los hechos. Aunque pocos, los he visto a los que todo les parecía mal. Y cuando, en un último intento de conseguir su aprobación decías: "al menos el dinero del partido del Vicente Calderón se va para el cuerno de África...", te respondían "sí, pero es una cantidad muy pequeña..."
Trimestralmente hago una aportación económica a África, y fue precisamente por sugerencia de unos católicos.
A casi todos les parece bien lo que hacía la Madre Teresa de Calcuta. Ella en una ocasión dijo: "El aborto empobrece a la gente desde el punto de vista espiritual; es la peor pobreza y la más difícil de superar". Ella conocía muy de cerca la pobreza económica, y se atreve a decir que es peor la pobreza espiritual. Da que pensar...
Sinceramente me resulta mucho más fácil dar dinero a África que otras muchas cosas que son consecuencia de seguir a Cristo (que en el fondo es el mensaje que trae el Papa), y que en el día a día se resumen en hacer bien mi trabajo, no dar una mala contestación, tratar bien a los pacientes, querer a mi mujer, serla fiel, pedir perdón, sonreír cuando no me apetece... Vamos, algo por lo que en el fondo todos luchamos, porque todavía no he conocido a nadie cuyo objetivo sea ser mala persona.
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