Conrad Murray, el médico de Michael Jackson, debe de estar pasando momentos difíciles.
Hay una dato que me llama la atención: parece que el propofol resultó el causante de la muerte. El propofol, que yo sepa, es un fármaco de uso hospitalario, que se utiliza como anestésico. ¿Qué necesidad tiene una persona que el día anterior ha estado ensayando de usar propofol? Digo yo que hay que ir por orden. Si tienes dolores: reposa, si a pesar del reposo te sigue doliendo: toma un analgésico. Si aun así el dolor es insoportable vete a un hospital.
Todavía no he tenido que pasar por un juzgado, pero sí recibí una inspección en torno a una reclamación. Algo que me llamó poderosamente la atención es el desconocimiento del inspector sobre la correcta colocación de un catéter umbilical. No sé cómo se puede inspeccionar algo que se desconoce. Y el inspector en cuestión es médico. No quiero ni pensar qué ocurrirá en los juicios contra médicos.
De un tiempo a esta parte el médico se ha convertido en una fuente de dinero. Contra las denuncias hay dos vías sencillas: la de pedir miles de consentimientos informados, y la de realizar una medicina defensiva.
Me arrepiento profundamente de haber pedido una vez un consentimiento informado de limitación del esfuerzo terapéutico. Es una especie de aberración que se hace en algunos hospitales donde pides firmar a los padres que están de acuerdo con evitar el encarnizamiento terapéutico ante un hijo que está destinado a morir. Tal vez sea una curiosa forma de suscitar pensamientos de culpa en quien no lo merece.
Me producen entra risa y vergüenza los consentimientos informados que mi mujer ha tenido que ir firmando en cada embarazo (a cada gestación más consentimientos). Nos estamos volviendo locos. Supongo que la culpa capital es de los pacientes que ya han denunciado casos donde su hijo ha nacido con seis dedos y le dijeron que estaba todo normal.
Yo he estado tentado muchas veces de aplicar la medicina defensiva. Os aseguro que es muy fácil rellenar volantes pidiendo miles de pruebas. Finalmente mi pensamiento es éste: haré la mejor medicina que sé, procurando siempre el bien de mis pequeños pacientes y teniendo en consideración la opinión de sus padres. Si luego las cosas se tuercen es posible que algunos padres me denuncien. Tengo un seguro que se encargará de darles un dinero que jamás podrá pagarles su pérdida. Tal vez no sepan que su denuncia no hace más que sumar dolor a mi dolor.
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