Hoy casi hago uno de los ridículos más espantosos de mi vida laboral.
Llegan los padres a la urgencia con su niña de un mes porque le han salido unas lesiones en la glabela (que es el punto de convergencia de los arcos superciliares, o sea: el entrecejo).
Me quedo mirando detenidamente y empiezo a pensar posibilidades. Reconozco que un poco más y le saco la cámara para incluir en los casos clínicos. Suerte que no tenía a mi compañero de guardia al lado, porque si no le pido su opinión. Y sin mucha idea de lo que podía ser, haciendo en mi fuero interno el diagnóstico de nevus verrucoso como el más probable, y pensando remitirlo a dermatología, hete aquí que me da por frotar un poquito sobre la lesión en cuestión. Y ante mis ojos, veo pasmado, como a modo de pelotillas se va desprendiendo una sustancia blanquecina que deja al descubierto el entrecejo del retoño. Un entrecejo que apenas está adornado por un angioma plano. Un angioma que, por cierto, sus padres trataban echándole una crema y que ni ellos mismos sospechaban que fuera la crema la responsable de la aparición de aquella extraña lesión.
Ha sido empezar a rascar y ver cómo el padre se ponía colorado. Lo que no sabe el padre es cómo me habría puesto yo si le pido la opinión a mi compañero y es él quien empieza a rascar; o lo que no sé si es aún peor: si llego a remitir a aquel niño al dermatólogo... ¡Me quitan el título!
Moraleja: 1. No hay que echar cremas en los hemangiomas. 2. Las lesiones cutáneas hay que palparlas, con decisión.
1 comentario:
Gracias por volver y mira que me he pasado por casualidad, casi pensando esta es la última oportunidad que le doy, como no haya escrito nadie va a volver su padre... En fin, he venido por una tontería y me voy tan contento como los padres de tu paciente, que habrán preferido pasar vergüenza a tener una no sé qué berrucosa.
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